domingo, 28 de junio de 2009

El escritorio.

Anoche soñe que me iba a trabajar una mañana y salía de mi casa empujando un escritorio lleno de cosas hasta el trabajo, la primera cuadra pareció facil, la segunda apenas y desde la tercera todo fue un suplicio.
Por lo que recuerdo el escritorio no tenia ruedas, así que iba raspando ruidosamente contra el pavimento en la madrugada, dejando un rayon color marrón claro. Los obreros camino al trabajo miraban con curiosidad, una mudanza, quizás habrán pensado. Las escolares picaronas, todavía dormidas, sonreían entre sí.
Al contacto con el pavimento, la madera comenzó a perder consistencia, el hormigón la fue comiendo y así el mueble comenzó a desacherse a los quince minutos de marcha.
Me detuve cada minuto a descansar y tomar aire, comprobando el estado general del objeto transportado, el cual comenzó a tornarse lamentable cuando el primer cajón se desplomó, rodando por la vereda y rebotando contra los cordones todo tipo de lápices, monedas de colección, estampillas y papeles varios que durante años había ido acumulando.
Amagué a juntar las cosas pero fue en vano, no valía la pena, el tiempo era precioso, solamente manotié unas monedas extranjeras como pude, siempre cuesta levantar monedas del piso sobre todo si uno no tiene uñas, y con bronca las tiré sobre la parte superior del escritorio.
Después de respirar hondo por unos segundos, retomé la marcha empujando nuevamente el ya odioso escritorio, un vecino piadoso se acercó a ofrecer ayuda a lo que repliqué negativamente con la palma de la mano en alto, ya era una cuestión personal ya, lo debía llevar solo.
Distante unos quinientos metros del destino, el segundo cajón cayó con un ruido atronador, libros esta vez fueron los que rodaron, seguidos de un largavista, viejos teléfonos y una billetera cargada de dinero. No había tiempo para nada, había que apresurarse para llegar a tiempo, lo demás eran detalles.
Al principio desesperé cuando el panel lateral se desplazo hacia el costado, pero luego comprendí que ahora sería mas facil para mi cargar el resto del mueble sobre mi hombro derecho y llevarlo en alzas hasta mi trabajo, cosa que hice sin dudar. El ruido ceso de atormentar mis oidos, y agitado comencé a correr con la mitad del mueble en andas, perdiendo otro cajón en la loca carrera.
Cuando finalmente alcancé mi destino con el escritorio, este habíase tornado casi inservible, quedando reducido a una mínima parte de lo que había sido cuando partí desde mi casa. Lo arrojé con bronca sobre la vereda y las monedas que todavía estaban sobre el cayeron y picaron en un tintineo infinito y atronador que me despertó.

sábado, 27 de junio de 2009

La Tormenta.

El sol terminó de caer en picada sobre el firmamento, la noche aplastó la ultima claridad de una manera tenaz, reduciendola a un despojo allá lejos en el oeste, hasta que desapareció del todo bajo la linea del horizonte.
El viento empezó a soplar al instante, empujando hacia donde la casa se encontraba unos nubarrones oscuros y amenazantes.
La tan necesitada agua al fin estaba viniendo.
Saldivar y los peones, luego de un día de pesado trabajo, descansaban bajo el alero que daba a los limoneros. El fuego ardía frente a ellos y el viento levantó un chisporroteo.
- Parece que se viene nomás- Dijo Soto atajándose la cara de las chispas.
Saldivar que estaba como hipnotizado delante del fuego, asintió sin decir palabra.
Dentro de la casa había movimiento y se escuchaba ruido de ollas, Jacinta la patrona, removía el guiso con un cucharon grande de madera y su joven hija Tremebunda mientras repartía los platos de chapa sobre la rustica mesa echo una mirada por la ventana.
- Se viene tormenta mamá- dijo sombriamente.
Con un ruido seco Jacinta tapó la olla y se acercó a la ventana sacando la cabeza afuera.
- Andá a tapar el gallinero nena, no sea cosa que perdamos lo poco que tenemos.
En el corral la tropilla se impacientaba, chocándose uno con otro y amontonandose contra los costados con ruidos y resoplos, el ganado presentía la tormenta.
- Soto, vaya a ver esa tropilla- le ordeno Saldivar levantándose bruscamente de al lado del fuego.
- Están cabreados por el viento patrón.
Cierre bien todas las tranqueras, no sea cosa que se desbande y quedemos con una mano atrás y otra delante.
Soto salió como un tiro para el corral.