miércoles, 30 de septiembre de 2009

Enemigos.

A la vida hay que atacarla sin respiro y a los enemigos no. A los enemigos hay que atacarlos viviendo nuestra propia vida al máximo, y así humillarlos de tal manera que, cuando dentro de unos años vean su vida en perspectiva y la comparen con la nuestra, se darán cuenta que de nada aprovecharon vivir, porque no lo hicieron al máximo.
No tiene sentido empeñar energía en combatir a la gente, si tiene mucho sentido empeñar toda la energía en la marcha de nuestra propia existencia, y hacerla única.