martes, 29 de julio de 2008

Afinando la maquina de la inspiración.

La máquina comenzó marchando a pasos lentos, traqueteando sobre dudosos rieles, insegura y trabajando al quince porciento de su potencial.
Con el pasar de los días y sus consiguientes problemas, sus engranajes se fueron aceitando, lubricados por las diferentes situaciones enfrentadas.
Hoy, demuestra responder a mis impulsos, haciéndome sentir finalmente que puedo dominarla sin problemas, aun en sus velocidades más elevadas.
He dejado casi la vida en el empeño, pero el vértigo de su caminar bien vale la pena.
Hoy, siento que la máquina de mi inspiración está en su mejor momento y sin embargo genero menos contenido que una revista de chismes.
Que terrible.

martes, 22 de julio de 2008

Los tiempos del viaje.

El viaje, al contrario de lo que creemos, no acelera el tiempo sino que lo frena.

Los días se pasan mucho más lento cuando uno se halla lejos y en movimiento, a ver, no quiero confundir, en realidad el tiempo corre exactamente igual en todos lados, pero lo que hace el movimiento es afinar nuestros sentidos, tornando los segundos interminables, permitiendo aprovecharlos mucho mas.
La percepción sensorial se incrementa cuando a uno lo sacan del hábitat natural, obligándolo a abandonar las cosas cotidianas que lo rodean y le brindan seguridad.

Por eso, cuando uno retorna de un viaje, siempre piensa que en su terruño natal ha ocurrido de todo durante su ausencia, y cuando ansioso lo pregunta, los demás responden -nada, nada, que queres que pase acá-, eso es un claro ejemplo de que el tiempo fue mucho más significativo para el que retorna que para el que se quedó.

Uno quiere contar todo con excitación, pero no recibe más que sonrisas de compromiso forzadas, como diciendo, sí , está bién, que lindo..., pero en realidad a la gente nunca le calienta mucho, ¿eh?

Después de todo si les interesara, agarrarían sus pertenencias, irían y se sacarían ellos mismos la duda ¿no?

Cuantos delirios.

jueves, 17 de julio de 2008

Amor y odio contra rutina.

Sin que me de cuenta jamás de la importancia de cada uno de ellos, los días pasan.
Necesito algo que me ayude a detener el paso del tiempo, que colabore a contrarrestar ese efecto narcótico que la rutina ejerce sobre mí, que me va durmiendo de a poquito, convenciéndome que lo que hago es lo correcto y yo me lo creo dejándome llevar. Hasta tal punto que cuesta mucho más despertar y romper el hechizo, que seguir tranquilamente, cómodo bajo su efecto.

Pero a veces por un segundo me pregunto, que tiene de malo vivir la vida rutinariamente, temiendo que por ello falte la inspiración, pero, ¿acaso cuantos cosas han sido creadas por gente que no ha salido por años de su jardín?. Borges, el más grande, según decimos nosotros en ese intento bien argentino de idolatrar gente que muchas veces no leemos, ¿acaso no era ciego?, y la rutina, ¿no nos enceguece cada día?.

Vivir la vida rutinariamente o a los ponchazos no hace la diferencia creo, lo que la hace es como se la mira, a la vida, no a la rutina.

miércoles, 9 de julio de 2008

Todas las muertes merecen la misma atención.

Siguiendo con mi cruzada personal contra la estupidez en televisión, o contra los estúpidos frente a ella, o mejor podría ser, contra los estúpidos que están detrás de ella, bueno..., dejémoslo ahí mejor.
Siguiendo con esta cruzada personal como decía, hoy no voy a lanzar una crítica insidiosa ni nada de eso. Hoy, voy a tirar una idea que se me ocurrió mientras me ataba los cordones a la mañana.
Lo que yo propongo a los señores de los medios es, básicamente, dedicarle a cada persona que muere de manera violenta el mismo tiempo de exposición en pantalla, explicándome mejor, si se le dedica una hora diaria a hablar sobre la muerte de una señora en un country, o a un baleado en un telecentro, se le dedique exactamente el mismo tiempo de aire a cada muerte por accidente de tránsito en el país.
De esta manera además de espantar a sus televidentes y ponerlos a hacer otras cosas, también los medios contribuirían a la toma de conciencia por machaque contínuo, ya que en un determinado momento, despues de ver la tv estar hablando todo el santo día sobre personas muertas en accidentes, en algún momento nos preguntaríamos, ¿pero pucha, tan mál conducimos?.
Que se yó, pavadas que a uno se le ocurren, ideas locas, de esas que abundan en mi cabeza y nunca podrán ser llevadas a cabo.

Enfocando lo equivocado.

Si uno deja por un momento de hacer cosas productivas y se sienta un rato con la vista fija en ese predador natural que se llama televisión, concentrándose especialmente en aquellos canales que van entre el rango del 8 al 12, notará, si además de mirar tiene cierto poder de observación, que las noticias misteriosamente giran sobre el mismo tema, la violación.
Los violadores se llevan toda la fama hoy, todos esos minutos de aire por que los anunciantes pagan millones, los violadores los tienen gratis.
Porque los medios, en su insistente machacar de malas noticias, nunca se toman más de un segundo para reparar en la victima inocente, usualmente menor de edad, que con los ojos aterrados mira el techo de su habitación todas las noches, eso no, eso ya no es noticia.

jueves, 3 de julio de 2008

Síndrome de Estocolmo.

Sentirse maniatado en una habitación oscura es una sensación fea, lo digo por experiencia, porque me ocurrió y no por hablar al cuete.
El piso transmite el frío a mi cuerpo inmóvil, exhausto luego de tanto luchar por librarme de mis ataduras, decidí capitular y finalmente dejarme ir.
Alejándome de a poco, hasta que la luz que se filtra por la puerta me despierta y desde el suelo, con los ojos entreabiertos veo un par de pies.
Es mi captora que se acerca decidida, y con alivio, presiento el final llegar.
Mientras murmura con voz suave y firme cosas ininteligibles, comienza a desatar las cuerdas para liberar mis piernas, luego los brazos y por último quita la mordaza húmeda de mi boca.
Respiro a bocanadas el rancio aire del encierro, intento pararme pero es en vano, las piernas dormidas no responden, permanezco indefenso en el piso cerrando los ojos, a la espera el tiro de gracia. Pero no.
Me dice que soy libre para marcharme, para irme, y no verla nunca más.
Me mira asombrada, cuando le digo que prefiero seguir maniatado en el piso y sentirla cada tanto, que escapar y ya no volver a verla nunca más.