lunes, 30 de junio de 2008

El sur también existe, y es de ellos.

Mientras diariamente seguimos cautivos frente a la pantalla de tv, observando con atención los vaivenes del debate en el congreso de la nación, una noticia casi ha pasado desapercibida, opacada por la avalancha de carpas, muñecos inflables y eurocopa incluida.
Parece ser que la IV flota del Comando Sur de la marina de EEUU, se halla navegando hacia aguas sudamericanas, con objetivo de establecer patrullas de rutina en jurisdicciones que le son un tanto ajenas.
Sabemos que las potencias no dan puntada sin hilo, así que resulta llamativo que el congreso de EEUU no de ninguna explicación o emita comunicado al respecto de la movilización.
¿Será el tan mentado acuífero guaraní?, ¿La aparición de gobiernos populistas?, o será simplemente que han sacado a pasear por nada sus portaaviones por esta zona olvidada, que al parecer no representa amenaza alguna a su hegemonía a nivel mundial.
Un detalle inquietante, es que además de patrullar aguas marítimas, también estos barcos incursionarían en aguas dulces, o sea navegarán los ríos de nuestros continentes.

A preparar entonces las cámaras fotográficas amigos, para cuando en alguna excursión al delta del Paraná en domingo, fernet en mano después del clásico asadito, nos veamos sorprendidos por embarcaciones de asalto armadas hasta los dientes, la bandera de la barra y las estrellas ondeando al viento.

jueves, 26 de junio de 2008

Oro Negro.

Me desviaré un poco de la actividad acostumbrada hoy, porque sinceramente tenía ganas de despacharme contra alguien, y que mejor que hacerlo contra quien no puede defenderse.

En estos días de aguas tan revueltas, según la recorrida matutina por los periódicos me comenta, no todas las malas noticias provienen de nuestro país, miren esto sino, que baratito al fin le va a salir a la corporación petrolera más grande del mundo, el incalculable daño causado por el desastre ocurrido hace casi 20 años allá en el norte, y del que hoy todavía se pagan las consecuencias.

Tristemente hoy, la lucha por el petróleo es lo que moviliza al mundo, y el que lo posee es quien tiene las mejores piezas en el tablero de ajedrez internacional. Si no fuese por estar sentados sobre grandes reservas de petróleo, ¿cuando hubiésemos oído hablar de estos dos señores entonces?.

¿Que pasará cuando se acabe el petróleo?. Me lo he preguntado una y mil veces, ¿biodiesel?, ¿gas comprimido?, nada de eso, para cuando el petróleo se acabe ya nos habremos liquidado entre nos, y todo por poder seguir acelerando nuestros autitos por la destructiva autopista del desarrollo.

martes, 24 de junio de 2008

Chatarra a reciclaje.

Si hay algún sonido que me deleita oír, es el carraspeo característico que se esparce por el aire ciertas mañanas, cuando con su camioneta destartalada se desliza a paso lento por la calle de mi barrio, el chatarrero.

“Compro fierrrrrrrro vieeeejo, compro baterrrría , chaaaaapa y lavarrrropaaaa”, y no puedo resistir al impulso de imitar su voz inconfundible, como tampoco pude contenerme cierta vez después de escucharlo venir, de salir como un rayo de mi casa, acarreando la vieja parrilla que mi padre supo usar para los asados de los domingos.

Y bueno, el viaje se acercaba y los fondos escaseaban, después de todo nadie echaría de menos un entramado de viejos fierros oxidados.

Luego de empeñada la parrilla por unos billetes engrasados que el tacaño viejo defendió como si de su alma se tratase, me retire contento hacia el interior de mi vivienda, para una vez disipado el vértigo del tire y afloje, ponerme a pensar, ¿Que demonios hará el chatarrero con todas esas porquerías que anda juntando por mi pueblo mañanas como esta?.

jueves, 19 de junio de 2008

El miedo a la mediocridad.

En teoría la emoción más fuerte es el amor, pero por lo que puedo presenciar día a día a mi alrededor, la emoción que parece prevalecer es el miedo.

El miedo al ridículo, que limita nuestra capacidad de maniobra, en un mundo de ordenanzas dictadas por gente dispuesta a darlo todo por salir sonriendo en las fotos.

El miedo a ser distinto, que mantiene a raya nuestra posibilidad de expresión, encadenándonos a lo preestablecido y convirtiéndonos en un regimiento de seres uniformes, incapaces de distinguir nada mas allá de nuestras narices.

El miedo al fracaso, porque en un mundo en el que solo los ganadores se distinguen, ¿Cuantos se arriesgan a coquetear con el fracaso?

El miedo a la sencillez, en la burbuja artificial de nuestro presente, vivir con simpleza y sin demasiados clichés parece ser un gusto que unos no pueden darse sin ser tildados rápidamente de mediocres.

Dios los bendiga entonces, a los mediocres digo, por saber vivir una vida lisa y llanamente, abandonándose a sus instintos y teniendo siempre en cuenta que la vida, ante todo, no es un combate a muerte pero igualmente no saldrán nunca vivos de ella.

lunes, 16 de junio de 2008

Timbrazo desafortunado.

Salí disparado hacia la puerta, esta vez había visto su mano posarse sobre el timbre, esta vez lo había agarrado al desgraciado, la espera había valido la pena. Previendo el desenlace de la situación, la puerta había dejado entreabierta, como para no perder preciosos segundos en la persecución.

Al poner un pie en la vereda resbalo casi perdiendo el equilibrio, dos colegialas carpetas en mano sonríen con sorna, y el de la capucha que se aleja en su bicicleta por la vereda a toda velocidad, queriendo desaparecer de mi vista, para así poder retornar al día siguiente y seguir alterando aún más mi delicado equilibrio psicológico con sus timbrazos.

Lo veo alejarse y no lo dudo, levantando el arma gatillo dos veces apuntando a la parte superior de su espalda, el sujeto, creyéndose a salvo casi alcanzando la esquina, alcanza a girar sorprendido antes de desparramarse aparatosamente por el césped con bici y todo.

Escucho gritos de terror de las colegialas a mis espaldas y me percato de lo que hecho.

Quizás ha sido una reacción demasiado exagerada de mi parte, pero ese joven que se entretenía practicando “ring raje” todas las tardes en mi domicilio, había finalmente colmado mi paciencia.

jueves, 12 de junio de 2008

Dueños de las calles.

Los bulevares permanecen silenciosos, solo el sonido de las hojas sacudidas por el viento me acompaña en mi diario peregrinar por el barrio, son las cinco y media, lo que podría considerarse la hora pico en mi tranquilo hábitat pueblerino.

Ni siquiera en las escuelas, que a estas horas comienzan a vaciarse, se observan rastros del movimiento usual, noto en el aire algo distinto, respiro alegre, saludo a los vecinos que debido a la escasez de combustible se han volcado en masa hacia la tracción a sangre, los noto saludables, reflejando sus rostros, el disfrute del paseo a cada pedaleada.

Bicicletas largo tiempo amontonadas en los garajes vuelven a ver la luz, sacudidas de su polvo, aparecen por doquier, salen de la nada clamando venganza y se suman a mí en una marcha pacífica de sonrisas al atardecer.

Caigo en la cuenta que lo que sucede es una situación única e irrepetible, el único de los coletazos de las medidas tomadas por nuestro gobierno que parece estar ejerciendo un efecto positivo en mí y los demás, la falta de combustible fósil, y por ende, la ausencia de coches en las calles que con sus bocinazos insolentes y emisiones insalubres, perturben nuestro paseo.

A disfrutarlo mientras dure, entonces.

martes, 10 de junio de 2008

El duelo de esa noche.

La vereda de mi casa nunca fue escenario de un duelo tan desigual, los vecinos acostumbrados a la paz del barrio en las noches de invierno, no daban crédito al batifondo que a sus oídos llegaba, hasta uno se animó y desde la ventana lanzó un errático cascotazo para asustarlos.

El cascote picó dejando su marca rojiza sobre el asfalto, pero ellos, involucrados en un escandaloso coito, parecieron no reparar en nada.

El gato negro, encorvado y simulando estar preso de un ataque de nervios, pataleaba sobre la gata marrón claro, que asemejaba estar siendo despellejada todavía en vida, a juzgar por los sonidos que su garganta emitía.

Y para completar el escenario, yo, solo en mi cuarto, lápiz en mano y paralizado frente al cuaderno en blanco, tratando de encontrar una inspiración que encienda la mecha.

sábado, 7 de junio de 2008

Destino: América.

En un abrir y cerrar de ojos me descubro en la lúgubre bodega, la nave se bambolea suavemente y oigo el oleaje juguetear con la quilla.

Gritos apagados allá arriba, pasos retumban sobre la cubierta de madera, sobre mi cabeza, noto un movimiento frenético de la tripulación.

Parecerían preparativos para la partida, cadenas desenrollándose con un ruido atronador, sonidos secos de velas desplegándose y yo que trato de liberarme del aro de metal, forcejeando como un condenado hasta ver mis muñecas sangrar.

La estructura entera vibra y se pone en movimiento lentamente, el esqueleto de madera parece quejarse por la sobrecarga.

Bañado en mis líquidos, siento las rodillas doler, la cabeza estallar, y mis entrañas se hacen sentir.

De repente, el compartimiento se abre sobre mí, la luz del día me enceguece, una cuadrilla desciende, el más fuerte de ellos abre con destreza los grillos y entre todos me arrastran por la escalera, hacia cubierta, hacia el cielo azul.

El olor marino me sorprende, los chillidos de gaviotas, las grandes velan que me asustan, con violencia soy depositado contra el alcázar, entre una masa de seres odorosa y desesperada, grito, todos gritan, los látigos destellan en el aire.

Despierto agitado, revolviéndome en la cama, estiro la mano y mi teléfono dice que son las seis y quince, una ultima fiaca y arriba, el café caliente me espera.

viernes, 6 de junio de 2008

Mi ruta hacia vos.

Vamos a ponerlo en claro, es mucho más fácil obtener algo si se lo hace por izquierda.

Con esa máxima como única creencia, traté de jugar sucio, en la ya personal cruzada en que se transformó para mí, tu conquista.

En vez de seguir la ya tradicional y mil veces transitada vía, la del coqueteo a la vieja usanza, con acercamientos imprevistos pero oportunos, ida y vuelta de charlas casuales, y averiguaciones como al azar, yo, decidí optar por una ruta distinta, a simple vista inútil, pero quizás la más proclive a ser transitada por gente con algo de imaginación y mucho tiempo libre entre manos.

Esa ruta permite a uno descargarse a la vez que se tecléa sin pudor el alma

Esa ruta, según me ha enseñado la experiencia, es capaz de consumir hasta la más mínima unidad de energía en la mente del ocasional transeúnte, dificultándole recordar hasta los menores quehaceres cotidianos.

Esa ruta es la que yo elegí para llegar hacia vos, la ruta de la poesía.

miércoles, 4 de junio de 2008

Por arriba del capót.

Amodorrado, salí de mi casa esa mañana, bien enponchado y todo, el frío me caló hasta los huesos, obligándome por un momento a detenerme, titubeando entre volver al abrigo del hogar, o afrontar la nueva mañana, con su sol tímido y viento helado.

Encontrándome ya en la vereda, mi bicicleta lista y ansiosa por comenzar la marcha, en un intento por no desairarla, decidí emprender el paseo de todas maneras. Antes que alguien lo tome a sátira, lo admito, tengo una relación muy intima con mi bicicleta.

Monté diestramente en ella, dando unas primeras pedaleadas enérgicas, para luego, una vez alcanzada mi acostumbrada velocidad crucero, dejarme llevar por la inercia que las dos ruedas ejercían contra el asfalto.

La verdad es que no tenía apuro alguno por llegar a ninguna parte, pero el frío fue el culpable en cierta manera de mi repentino incremento de velocidad, deseando mi cuerpo entrar en calor rápidamente.

Llegando a la segunda esquina, justo allí frente a la escuela primaria, me desvío ligeramente hacia la izquierda para evadir la maniobra que un coche redondito, conducido por una adolescente, se encontraba efectuando en un vano intento por estacionar, donde a simple vista se evidenciaba, no contaba con el espacio suficiente.

Entrar de culata se le ponía difícil a la conductora, cosa que suele ocurrir cotidianamente cuando de conductoras se trata, y yo, no pudiendo reprimir mi vena de malicia asomar, divirtiéndome con la situación al máximo, giré un momento mi vista hacia ella para disfrutar con el apuro que se dibujaba en su rostro.

Sin ni siquiera tiempo de sorprenderme, sentí el frío contacto de la parrilla de la Ford cien en mi pierna izquierda, el cielo giró a mi alrededor un momento y el cemento dió de lleno contra mi espalda.

Entre una nebulosa, escuché voces a la distancia.

-La chata lo agarró de atrá- dijo una vecina que sostenía bajo su brazo, una generosa varilla de pan.
-No sabe como voló por arriba del capó, tiene que dar gracias por estar vivo-, me tranquilizó una señora en guardapolvo y escarapela.

En ningún momento había visto la camioneta acercarse por detrás, entretenido como estaba con la fallida maniobra de estacionamiento de la conductora, a la que busqué desde el piso con la vista y no encontré.

Cosas que pasan por ser maldito, vió.

lunes, 2 de junio de 2008

Una compungida autocrítica.

Está bien, soy muy guapo para escribir pero cobarde para actuar, lo sé.

Es por eso que quizás resulta para mí mucho más sencillo elucubrar planes inviables en mi procesador de texto, que ir directamente al abordaje, cosa que requeriría algo más de coraje.

Me conformo con escribir como poseído hasta la medianoche, imaginando escenarios ideales para nuestro encuentro, buscando testigos presenciales de hechos que quizás nunca ocurrieron y queriendo darle el entrenamiento adecuado a mis reflejos para cuando, algún día, me tope con vos, o mejor, vos te topes con una situación, en la que se te haga imposible seguir ignorándome.

Mientras tanto, exorciso mis demonios con los ojos fijos en la pantalla, me distraigo en divagues infinitos de un mundo fantástico, dejando pasar el tiempo y confiando ciegamente en un destino esquivo y traicionero.

Me revuelvo incomodo en la silla, la columna me duele y no logro encontrar la posición correcta sobre el teclado.

Empiezo a creer que te prefiero así, lejana y borrosa en mi mente, para que mi imaginación se encargue del resto y no seas justamente vos, la encargada de convertir en realidad algo que en caso de materializarse, derrumbaría mi inspiración por los suelos.

domingo, 1 de junio de 2008

Audacia en el plan, prudencia en la ejecución.

Todo estaba preparado hasta el mínimo detalle, los movimientos a seguir rumeados toda la semana entre humo denso, las acciones repasadas mil veces hasta el cansancio y las palabras recitadas frente al espejo por noches enteras.
Esta vez no había margen de error alguno.
Me pongo en marcha a los sacudones, como una vieja locomotora, y me dirijo hacia la puerta, decidido.
La música apabulla mis oídos enfriando un tanto mi empuje inicial, gente que se atraviesa tambaleante en mi camino.
Siento tu presencia constantemente, la huelo en el aire, la escucho invariable y finalmente te diviso entre masas deseosas de diversión.
Te veo a lo lejos, te observo y te analizo. Tus gestos son magia para mí, tu sonrisa es amanecer, y una mirada tuya, una mirada tuya es frío por mi espina.
Es el viento helado que me detiene en mi lugar, congelado, aturdido e incapaz de llevar adelante el resto del plan, que quizás, caigo en la cuenta, resultó demasiado audaz.
Giro sobre mis talones y me alejo hacia la puerta, prometiéndome para mis adentros que la próxima vez seré menos prudente en la ejecución, o mejor, menos audaz en el planeamiento.